Prólogo
Ya comenté antes que mi
protagonista tenía que haberse llamado Briones. Así que ni corto ni perezoso le
he cambiado el nombre a Peña. También el título de la novela, aunque no sé si
este quedará como definitivo. Lo que tenía claro es que tenía que cambiarlo, no
me gustaba lo que sugería. Añadí un segundo prólogo al primer capítulo y la
introducción de Zaza en la historia, aunque su protagonismo no cobre relevancia
hasta más adelante. Otra cosa que he decidido hacer es cuando concluya la
novela retomar Primavera y retocarlo para ofrecerlo como regalo a quien pille
el ebook de la novela, dos por el precio, baratito, de una. Amazon no lo
permite pero lo difundiré por face y twitter, a quién me envíe un correo de que
ha comprado la novela se lo enviaré. En el blog dejaré una parte de cada
historia para que se le eche un vistazo. Primavera tendrá un carácter erótico y
Cuando Briones se topó con Zaza será una novela negra con flecos de ciencia
ficción. Así tocaré dos temas que me interesan mucho. Uno es el del sexo y el
amor, su interacción y su significado como ámbitos que pueden darse
diferenciados o aunados, la hipocresía que generan y su uso, el de ambos, como
interés añadido en las relaciones o como moneda de cambio, y cuando digo moneda
de cambio no me refiero a la prostitución sino a lo que damos para conseguir lo
que deseamos, una transacción presente en las relaciones personales en torno a
la palabra “amor” con significados diferentes. El otro ámbito es el de la
novela negra y su voluntad de denuncia de la realidad presente, sus picos de
éxito suelen coincidir con los periodos de crisis y la corrupción que genera.
Prescinde de ese mundo happy guay para denunciar que nos quieren dar gato por
liebre, que tras las buenas palabras se esconden intenciones sórdidas y que
somos carnaza para los depredadores. Cualquier lectura de una novela negra nos
depara esa realidad cruel tanto en los guiños que la acompañan como en la
propia historia que relatan. Quizás no aporte soluciones pero sabe poner el
dedo en la llega y nos invita a la reflexión sobre la realidad que nos rodea.
En determinadas circunstancias nos indigna y nos cabrea. Y de eso estamos muy
necesitados, los cerebros más capacitados sirven a la causa de la sociedad
opulenta, estamos en desventaja los simples mortales, y necesitados de otra
dieta diferente al ajo y agua. Si las buenas maneras y el diálogo nos abocan a
doblar la rodilla quizás haya que pensar en sacarle brillo a las guillotinas y
mostrarlas para que los depredadores, tan confiados en su poder, sepan que
siguen ahí. Ellos lo controlan todo, el poder económico, el político y los
medios de comunicación, internet y hasta ciertas dosis de descontento y
protesta, manejan porcentajes con la misma facilidad que manejan miedos. Por
supuesto que una novela negra no tiene tanta influencia como para cambiar el
estado de las cosas, pero si descorre la cortina para que veamos lo que hay
detrás. Y nos hace pensar y nos plantea preguntas: ¿Hasta cuándo vamos a
aguantar?, es una de ellas.
El juego del ratón y el gato
Aicha
—Ya sé que tu jefe directo es Roth, pero
eso no te exime de contestar mis preguntas —Aicha sabía que parte de los Assassins
seguían profesando la fe en el Corán y que les resultaba incómodo obedecer las
órdenes de una mujer, especialmente si era de ascendencia árabe, como ella, y
vestía ropas occidentales. Una de las tantas contradicciones que persistían en
el seno de la Hermandad y que sin duda tendría que ser corregida antes de
alcanzar la meta.
Houari Bendjedid clavó una mirada
desafiante en los bellos ojos de la Mayor, de brillos azabaches.
— ¿Qué quieres saber?
—He estado revisando los informes de
seguridad y desde que nos mudamos al interior de la selva no se registra ningún
incidente con el artilugio de los espejos. ¿Cómo puede ser eso?
—Supongo que cumplen su función, evitar que
nos descubran.
Era hermoso el Assassin, pero también
artero.
—No me refiero a eso. Los espejos crean una
simulación, cierto, pero no evitan que los animales o algún furtivo intenten
atravesarla. ¿Me quieres hacer creer que en los casi veinticinco años que
llevan instalados nada chocó contra ellos? Es totalmente inverosímil.
—Alá nos protege —sentencio Houari, de
nuevo desafiante—. Si no hay incidentes registrados es que no se han producido.
Los métodos de Roth habían despertados los
recelos de Aicha y había decidido revisar los informes de seguridad por si
descubría alguna irregularidad que le permitiera abrir oficialmente una
investigación. Pero el Director de Seguridad era hábil y no dejaba rastros, tan
solo se encontró aquella contradicción. No era posible que nadie hubiera
chocado contra los espejos.
—Actuar a mis espaldas trae consecuencias
—amenazó a Houari—. ¿No será que habéis recibido órdenes ilícitas?
— ¿Qué insinúas? —el gesto ofendido del
Assassin pareció sincero.
—Es imposible que en veinticinco años no se
halla registrado ningún incidente. La única explicación que se me ocurre es que
se haya silenciado de alguna forma a los que hayan tropezado con ellos.
—Si así fuera te lo diría, nosotros solo
obedecemos órdenes. Será una virtud de los espejos, repeler a los extraños.
Pregunta a los sabios.
Una de dos, o le estaba ocultando
información o en su ignorancia le atribuía poderes ilimitados a los científicos
de la Hermandad. Los espejos eran un truco y nada más. Si Houari no sabía nada
alguien tenía que saberlo, le preguntaría a Roth directamente.
—Está bien, te creo, pero necesito que me
informes sobre los cometidos de los Assassins con detalle, tanto en la
actualidad como antes de que cayeran las torres gemelas. Cenarás conmigo esta
noche y responderás a mis preguntas. Y no le comentes a nadie sobre nuestro
encuentro, ni siquiera a Roth. Es una orden.
— ¿A qué hora he de presentarme? —Los
ojos de Houari relampaguearon.
—A las ocho estará bien. Me encontrarás en
mis aposentos.
—Así se hará —dijo, y tras inclinar
levemente la cabeza en señal de respeto abandonó el despacho de la Mayor.
A ella no le había pasado desapercibido el
brillo concupiscente de sus iris. No estaría nada mal mezclar el placer con el
trabajo, sobre todo si conseguía soltarle la lengua. Era atractivo el assassin.
Pero eso lo decidiría sobre la marcha.
Bermúdez
El tipo se había asomado a la ventana y lo
había localizado. Aun recurriendo al mapa para disimular supo que no le quitaba
ojo de encima. Cambió de lugar y quedó al tanto, pensando que se trataba de la
policía y que el arquitecto no había dudado en pedir refuerzos. Una posibilidad
que no contempló cuando decidió acecharlo para meterle miedo. Al cabo de un par
de horas se había presentado un tipo enorme con cara de pocos amigos y después de
que subiera se había acercado a su coche para curiosear. La pegatina en la
guantera de la agencia de detectives le calmó un poco, al menos no se trataba
de maderos. Lo cual no significaba que no resultara un contratiempo que añadía
nuevas variables a la ecuación, todo lo contrario a lo pretendido por Roth.
Consideró la posibilidad de una acción drástica antes de que el asunto se
complicase y la desechó, al menos hasta que averiguase con que finalidad habían
sido contratados los detectives, si tan solo para preservar la integridad
física del arquitecto o si también les había encargado husmear en lo de
Aguirreche. Además, no le pagaban para que corriese riesgos innecesarios, ya
sabría él si el asunto se complicaba elegir el momento adecuado. Su instinto de
cazador seguía ahí.
Aparcó el coche varias calles más abajo y
caminó hasta las proximidades del edificio. El detective reconocería el coche,
pero dudaba que pudiera identificarlo a él, demasiada distancia cuando atisbó
por la ventana. No tuvo que esperar mucho, le vio salir y dirigirse a su coche, tomó algo de su
interior, un brillo metálico reveló la pistola, jugaba fuerte. No parecía gran
cosa, sobre los cincuenta le calculó y uno ochenta de estatura, poco más apreciaba desde su posición. Peso
medio con algún kilo asentado en la barriga aunque eso no significaba nada,
había conocido tipos similares expertos en trucos sucios y capaces de tumbar al
contrincante con un par de golpes. Caminaba decidido, oteando, buscaba el
Focus. La documentación del coche estaba muerta, no conseguiría nada por esa
parte, aunque se vería obligado a cambiar de vehículo y tendría que dar parte a
Roth, que pondría el grito en el cielo en cuanto supiera que un detective le
seguía las huellas.
Torciendo hacia la tercera calle sus
miradas se cruzaron. ¿Fue un destello irónico lo que percibió en sus ojos? Pero
el detective siguió su camino y finalmente dio con el coche. Anotó la matrícula
y estuvo inspeccionando los bajos buscando un número que también apuntó en la
libreta, después regresó por donde había llegado. Esperó a que se alejara y
montando en el Focus le siguió a una distancia prudencial, justo hasta que
sintió el bamboleo de la rueda. Paró y se bajo del auto esgrimiendo una sonrisa
torcida. El cabrón no estuvo apuntando ningún número de los bajos, le había
rajado la rueda. Y no podía abandonar el coche, tenía sus huellas. Tendría que
cambiársela, bien que se la había jugado el hijo de puta. Pero solo era el
primer asalto.
El monstruo despertó clamando sangre.
Peña
No era del oficio, se le notaba enseguida.
Tampoco tenía pinta de sicario. Lo localicé apenas comencé a caminar, escondido
tras la columna de un soportal de uno de los edificios cercanos. Cuerpo
atlético, en forma. Dos calles más abajo nuestras miradas se cruzaron. Moreno,
ojos oscuros y afilados, duros y cínicos, bien parecido. Piel curtida al aire
libre, treinta y tantos. Dejé que me siguiera hasta que localicé el Focus. Tomé
la matrícula y le rajé una rueda, pretendía ir al domicilio de Aguirreche y no
lo quería de moscón. Por otra parte me interesaba seguir sus movimientos y el
guardaespaldas enviado por el Jefe cantaba mucho. No me daba tampoco tiempo a
pedirle otro hombre, terminaría de cambiar la rueda antes de que llegara. Paré
un taxi y le enseñé mi identificación de detective. Le pagué trescientos euros
y le pedí que siguiera al del Focus de lejos y que tomara nota de todos los lugares
en que se detenía, el coste de la carrera se lo pagaría cuando viniera a
informarme. Que no jugara a los detectives, nada de acercarse al tipo. En
cuanto le perdiera la pista que me llamara y si paraba mucho en el mismo sitio
también. Estuvo de acuerdo.
Después llamé a Melani para que me buscara
los datos del Focus, si no estaba denunciado por robo que recurriera a nuestro
amigo de la DGT para la información. Luego monté en el Golf y enfilé hacia el Barrio de las Letras.
Bermudez
Lo de la rueda había sido una maniobra de
distracción. ¿Qué pretendía? Quizás había sacado al arquitecto del domicilio
mientras tanto para llevarlo a un lugar
seguro, lo comprobaría. Llamó al telefonillo y le contestaron, seguía
allí. Acaso solo trataba de inquietarle,
un mensaje comunicándole que había entrado en el juego. Tenía que
deshacerse del auto pero antes se pasaría por el domicilio de Aguirreche, no
fuera a ser que estuviese husmeando por allí. Roth iba a poner el grito en el
cielo cuando se enterara.
Condujo respetando todas las normas de
tráfico, no sabía hasta donde llegaba la mano del detective y el tiempo que
tardaría en averiguar que los datos registrados del Focus eran falsos. Aquella
misma noche se desharía de él. En esta ocasión tomó más precauciones, no quería
que le sorprendiera. Se ubicó en el interior de una cafetería y espió tras los
cristales. No tuvo que esperar mucho, al poco salió de la tienda de informática
situada frente al domicilio de Aguirreche y se me metió en la farmacia de al
lado, estaba husmeando. No quería alertarlo de nuevo, pagó la consumición y
regresó al auto. Él no había organizado el viaje de Aguirreche, pero sabía que
la empresa de mudanzas guardó los enseres en un guardamuebles y el contenido de
su despacho fue expedido a una dirección
de la Hermandad. Si constaba en alguna parte el registro del envío tendría que
hacerlo desaparecer. Llamó a Roth, necesitaba instrucciones.
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