sábado, 6 de julio de 2013

4 Sangre de alas rotas.El juego del ratón y el gato.









Prólogo
    Ya comenté antes que mi protagonista tenía que haberse llamado Briones. Así que ni corto ni perezoso le he cambiado el nombre a Peña. También el título de la novela, aunque no sé si este quedará como definitivo. Lo que tenía claro es que tenía que cambiarlo, no me gustaba lo que sugería. Añadí un segundo prólogo al primer capítulo y la introducción de Zaza en la historia, aunque su protagonismo no cobre relevancia hasta más adelante. Otra cosa que he decidido hacer es cuando concluya la novela retomar Primavera y retocarlo para ofrecerlo como regalo a quien pille el ebook de la novela, dos por el precio, baratito, de una. Amazon no lo permite pero lo difundiré por face y twitter, a quién me envíe un correo de que ha comprado la novela se lo enviaré. En el blog dejaré una parte de cada historia para que se le eche un vistazo. Primavera tendrá un carácter erótico y Cuando Briones se topó con Zaza será una novela negra con flecos de ciencia ficción. Así tocaré dos temas que me interesan mucho. Uno es el del sexo y el amor, su interacción y su significado como ámbitos que pueden darse diferenciados o aunados, la hipocresía que generan y su uso, el de ambos, como interés añadido en las relaciones o como moneda de cambio, y cuando digo moneda de cambio no me refiero a la prostitución sino a lo que damos para conseguir lo que deseamos, una transacción presente en las relaciones personales en torno a la palabra “amor” con significados diferentes. El otro ámbito es el de la novela negra y su voluntad de denuncia de la realidad presente, sus picos de éxito suelen coincidir con los periodos de crisis y la corrupción que genera. Prescinde de ese mundo happy guay para denunciar que nos quieren dar gato por liebre, que tras las buenas palabras se esconden intenciones sórdidas y que somos carnaza para los depredadores. Cualquier lectura de una novela negra nos depara esa realidad cruel tanto en los guiños que la acompañan como en la propia historia que relatan. Quizás no aporte soluciones pero sabe poner el dedo en la llega y nos invita a la reflexión sobre la realidad que nos rodea. En determinadas circunstancias nos indigna y nos cabrea. Y de eso estamos muy necesitados, los cerebros más capacitados sirven a la causa de la sociedad opulenta, estamos en desventaja los simples mortales, y necesitados de otra dieta diferente al ajo y agua. Si las buenas maneras y el diálogo nos abocan a doblar la rodilla quizás haya que pensar en sacarle brillo a las guillotinas y mostrarlas para que los depredadores, tan confiados en su poder, sepan que siguen ahí. Ellos lo controlan todo, el poder económico, el político y los medios de comunicación, internet y hasta ciertas dosis de descontento y protesta, manejan porcentajes con la misma facilidad que manejan miedos. Por supuesto que una novela negra no tiene tanta influencia como para cambiar el estado de las cosas, pero si descorre la cortina para que veamos lo que hay detrás. Y nos hace pensar y nos plantea preguntas: ¿Hasta cuándo vamos a aguantar?, es una de ellas.


El juego del ratón y el gato
Aicha
    —Ya sé que tu jefe directo es Roth, pero eso no te exime de contestar mis preguntas —Aicha sabía que parte de los Assassins seguían profesando la fe en el Corán y que les resultaba incómodo obedecer las órdenes de una mujer, especialmente si era de ascendencia árabe, como ella, y vestía ropas occidentales. Una de las tantas contradicciones que persistían en el seno de la Hermandad y que sin duda tendría que ser corregida antes de alcanzar la meta.
    Houari Bendjedid clavó una mirada desafiante en los bellos ojos de la Mayor, de brillos azabaches.
    — ¿Qué quieres saber?
    —He estado revisando los informes de seguridad y desde que nos mudamos al interior de la selva no se registra ningún incidente con el artilugio de los espejos. ¿Cómo puede ser eso?
    —Supongo que cumplen su función, evitar que nos descubran.
    Era hermoso el Assassin, pero también artero.
    —No me refiero a eso. Los espejos crean una simulación, cierto, pero no evitan que los animales o algún furtivo intenten atravesarla. ¿Me quieres hacer creer que en los casi veinticinco años que llevan instalados nada chocó contra ellos? Es totalmente inverosímil.
    —Alá nos protege —sentencio Houari, de nuevo desafiante—. Si no hay incidentes registrados es que no se han producido.
    Los métodos de Roth habían despertados los recelos de Aicha y había decidido revisar los informes de seguridad por si descubría alguna irregularidad que le permitiera abrir oficialmente una investigación. Pero el Director de Seguridad era hábil y no dejaba rastros, tan solo se encontró aquella contradicción. No era posible que nadie hubiera chocado contra los espejos.
    —Actuar a mis espaldas trae consecuencias —amenazó a Houari—. ¿No será que habéis recibido órdenes ilícitas?
    — ¿Qué insinúas? —el gesto ofendido del Assassin pareció sincero.
    —Es imposible que en veinticinco años no se halla registrado ningún incidente. La única explicación que se me ocurre es que se haya silenciado de alguna forma a los que hayan tropezado con ellos.
    —Si así fuera te lo diría, nosotros solo obedecemos órdenes. Será una virtud de los espejos, repeler a los extraños. Pregunta a los sabios.
    Una de dos, o le estaba ocultando información o en su ignorancia le atribuía poderes ilimitados a los científicos de la Hermandad. Los espejos eran un truco y nada más. Si Houari no sabía nada alguien tenía que saberlo, le preguntaría a Roth directamente.
    —Está bien, te creo, pero necesito que me informes sobre los cometidos de los Assassins con detalle, tanto en la actualidad como antes de que cayeran las torres gemelas. Cenarás conmigo esta noche y responderás a mis preguntas. Y no le comentes a nadie sobre nuestro encuentro, ni siquiera a Roth. Es una orden.
        — ¿A qué hora he de presentarme? —Los ojos de Houari relampaguearon.
    —A las ocho estará bien. Me encontrarás en mis aposentos.
    —Así se hará —dijo, y tras inclinar levemente la cabeza en señal de respeto abandonó el despacho de la Mayor.
    A ella no le había pasado desapercibido el brillo concupiscente de sus iris. No estaría nada mal mezclar el placer con el trabajo, sobre todo si conseguía soltarle la lengua. Era atractivo el assassin. Pero eso lo decidiría sobre la marcha.

    Bermúdez

    El tipo se había asomado a la ventana y lo había localizado. Aun recurriendo al mapa para disimular supo que no le quitaba ojo de encima. Cambió de lugar y quedó al tanto, pensando que se trataba de la policía y que el arquitecto no había dudado en pedir refuerzos. Una posibilidad que no contempló cuando decidió acecharlo para meterle miedo. Al cabo de un par de horas se había presentado un tipo enorme con cara de pocos amigos y después de que subiera se había acercado a su coche para curiosear. La pegatina en la guantera de la agencia de detectives le calmó un poco, al menos no se trataba de maderos. Lo cual no significaba que no resultara un contratiempo que añadía nuevas variables a la ecuación, todo lo contrario a lo pretendido por Roth. Consideró la posibilidad de una acción drástica antes de que el asunto se complicase y la desechó, al menos hasta que averiguase con que finalidad habían sido contratados los detectives, si tan solo para preservar la integridad física del arquitecto o si también les había encargado husmear en lo de Aguirreche. Además, no le pagaban para que corriese riesgos innecesarios, ya sabría él si el asunto se complicaba elegir el momento adecuado. Su instinto de cazador seguía ahí.
    Aparcó el coche varias calles más abajo y caminó hasta las proximidades del edificio. El detective reconocería el coche, pero dudaba que pudiera identificarlo a él, demasiada distancia cuando atisbó por la ventana. No tuvo que esperar mucho, le vio  salir y dirigirse a su coche, tomó algo de su interior, un brillo metálico reveló la pistola, jugaba fuerte. No parecía gran cosa, sobre los cincuenta le calculó y uno ochenta de estatura,  poco más apreciaba desde su posición. Peso medio con algún kilo asentado en la barriga aunque eso no significaba nada, había conocido tipos similares expertos en trucos sucios y capaces de tumbar al contrincante con un par de golpes. Caminaba decidido, oteando, buscaba el Focus. La documentación del coche estaba muerta, no conseguiría nada por esa parte, aunque se vería obligado a cambiar de vehículo y tendría que dar parte a Roth, que pondría el grito en el cielo en cuanto supiera que un detective le seguía las huellas.
    Torciendo hacia la tercera calle sus miradas se cruzaron. ¿Fue un destello irónico lo que percibió en sus ojos? Pero el detective siguió su camino y finalmente dio con el coche. Anotó la matrícula y estuvo inspeccionando los bajos buscando un número que también apuntó en la libreta, después regresó por donde había llegado. Esperó a que se alejara y montando en el Focus le siguió a una distancia prudencial, justo hasta que sintió el bamboleo de la rueda. Paró y se bajo del auto esgrimiendo una sonrisa torcida. El cabrón no estuvo apuntando ningún número de los bajos, le había rajado la rueda. Y no podía abandonar el coche, tenía sus huellas. Tendría que cambiársela, bien que se la había jugado el hijo de puta. Pero solo era el primer asalto.
    El monstruo despertó clamando sangre.

    Peña

    No era del oficio, se le notaba enseguida. Tampoco tenía pinta de sicario. Lo localicé apenas comencé a caminar, escondido tras la columna de un soportal de uno de los edificios cercanos. Cuerpo atlético, en forma. Dos calles más abajo nuestras miradas se cruzaron. Moreno, ojos oscuros y afilados, duros y cínicos, bien parecido. Piel curtida al aire libre, treinta y tantos. Dejé que me siguiera hasta que localicé el Focus. Tomé la matrícula y le rajé una rueda, pretendía ir al domicilio de Aguirreche y no lo quería de moscón. Por otra parte me interesaba seguir sus movimientos y el guardaespaldas enviado por el Jefe cantaba mucho. No me daba tampoco tiempo a pedirle otro hombre, terminaría de cambiar la rueda antes de que llegara. Paré un taxi y le enseñé mi identificación de detective. Le pagué trescientos euros y le pedí que siguiera al del Focus de lejos y que tomara nota de todos los lugares en que se detenía, el coste de la carrera se lo pagaría cuando viniera a informarme. Que no jugara a los detectives, nada de acercarse al tipo. En cuanto le perdiera la pista que me llamara y si paraba mucho en el mismo sitio también. Estuvo de acuerdo.
    Después llamé a Melani para que me buscara los datos del Focus, si no estaba denunciado por robo que recurriera a nuestro amigo de la DGT para la información. Luego monté en el Golf y  enfilé hacia el Barrio de las Letras.

    Bermudez

    Lo de la rueda había sido una maniobra de distracción. ¿Qué pretendía? Quizás había sacado al arquitecto del domicilio mientras tanto para llevarlo a un lugar  seguro, lo comprobaría. Llamó al telefonillo y le contestaron, seguía allí. Acaso solo trataba de inquietarle,  un mensaje comunicándole que había entrado en el juego. Tenía que deshacerse del auto pero antes se pasaría por el domicilio de Aguirreche, no fuera a ser que estuviese husmeando por allí. Roth iba a poner el grito en el cielo cuando se enterara.
    Condujo respetando todas las normas de tráfico, no sabía hasta donde llegaba la mano del detective y el tiempo que tardaría en averiguar que los datos registrados del Focus eran falsos. Aquella misma noche se desharía de él. En esta ocasión tomó más precauciones, no quería que le sorprendiera. Se ubicó en el interior de una cafetería y espió tras los cristales. No tuvo que esperar mucho, al poco salió de la tienda de informática situada frente al domicilio de Aguirreche y se me metió en la farmacia de al lado, estaba husmeando. No quería alertarlo de nuevo, pagó la consumición y regresó al auto. Él no había organizado el viaje de Aguirreche, pero sabía que la empresa de mudanzas guardó los enseres en un guardamuebles y el contenido de su despacho fue  expedido a una dirección de la Hermandad. Si constaba en alguna parte el registro del envío tendría que hacerlo desaparecer. Llamó a Roth, necesitaba instrucciones.

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