Reincorporándome a mis hábitos y cambiando viejos por nuevos. Sigo sin tener claro el título pero avanzo hacia el final. Aqui incluyo la siguiente entrega de Zaza. Lo malo de releer lo escrito es que siempre lo encontramos mejorable. Está bien mejorarlo, pero en algún momento hay que parar el proceso y exponerlo o corremos el riesgo de terminar borrando la esencia que lo alimentó.
Aicha
— ¿Entonces Houari está a vuestras órdenes?
—preguntó Aicha, aún sorprendida por las revelaciones de Neville.
—No exactamente, tiene voto como nosotros y
cualquier decisión del Cónclave necesita de su aprobación. Pero puede decirse
que los Assassins en conjunto sí que lo están, siempre que estas órdenes no
contradigan las del Consejo, las del Mayor o las de su jefe inmediato, el
Director de Seguridad. Recuerda que nuestras misión es preservar a la Hermandad
de las amenazas exteriores, no la de interferir en sus decisiones.
—Ya, por eso buscáis los miembros entre los
estamentos superiores —su trayectoria política la había vuelto recelosa— ¿Forma
Roth parte de esto?
Neville apreció la sagacidad de la Mayor.
—No, Chung y Barbosa son los otros
miembros. Nunca se consideró la posibilidad de incluir a Roth, su tendencia a
manipular para conseguir sus objetivos ya es un obstáculo, pero además no
estamos de acuerdo con los métodos que emplea, que exponen innecesariamente a
la Hermandad. Antes de la caída de las Torres Gemelas podíamos minimizarlos
gracias a los Assassins, pero desde entonces pendemos de un hilo con sus decisiones,
especialmente desde que se hizo cargo de la Dirección de Seguridad. Aun así
nadie duda de su eficacia.
Aicha preparó un mate mientras repasaba
mentalmente a los miembros del Conclave. Albert Neville pertenecía al Consejo
desde que ella tenía uso de razón, un inminente microbiólogo reclutado entre la
efervescencia de Mayo del 68, sus opiniones siempre fueron ponderadas y su
dominio de la retórica solía decidir al Consejo en favor de sus postulados.
Yuang Chung tenía una mente brillante y dedicaba sus esfuerzos a la física
cuántica, sus logros habían contribuido al avance de esa rama de la física
aunque otros se llevaran los laureles, nunca lo hubiera imaginado en avatares
políticos. La tercera integrante del Cónclave, Adriana Barbosa, era una experta
genetista implicada en el proyecto de vida artificial de la Hermandad y tenía
fama de tener el genio vivo, sus exabruptos eran famosos y si bien no
pertenecía al Consejo participaba activamente en la Comisión de Presupuestos y
siempre rugía para que se incrementasen los fondos. Respecto a Houari le
costaba ser objetiva en ese momento, impregnada por los ecos de su relación.
Neville esperó pacientemente a que
terminara de preparar el mate, intuía lo que pasaba por la cabeza de Aicha y
respetaba sus dudas y cavilaciones, un proceder precipitado sí que hubiera
despertado su alarma.
— ¿Y a qué se debe la ampliación de los
miembros del Cónclave? —preguntó ella tras dar el primer sorbo.
—Más bien se trata de una sustitución, la mía
—hizo un gesto con la mano rechazando el mate, lo suyo era el café—. Mis huesos
no dejan de protestar y no se puede improvisar un sustituto. Hubo una reunión y
saliste elegida tú. Pero tendrás que demostrar tu valía enfrentándote a la
crisis que nos ocupa.
— ¿A qué crisis te refieres?
—Una que mantiene varios frentes. Por una
lado tenemos el empeño del consejero Oliveira, creemos que auspiciado por Roth,
para que la ubicación de la sede de la Hermandad nos lleve a Kazajistan. Es cierto que
necesitamos de ciertos minerales para nuestras investigaciones, pero no los
deseamos manchados de sangre. Mientras Roth fue Mayor los trajo del Congo y
Kazajistan se nutre de la misma fuente. Es preferible la ubicación en los
Cárpatos y el abastecimiento a través de fuentes legales, aunque para ello
tengamos que recurrir a sociedades fantasmas, que pese a ser más costosas
minimizan los riesgos. Es un frente en el que llevamos ventaja ya que los partidarios
de Oliveira son minoría, pero nos vendría bien que te decantaras por nuestra
causa más activamente.
Aicha clavó su mirada en la de Neville.
—Pero el que nos abastezcamos o no con
minerales manchados de sangre es una decisión política de la Hermandad. ¿Por
qué desea influenciarla el Cónclave?
Era una pregunta con cebo. Neville aceptó
el reto con una sonrisa aprobatoria, le gustaba aquella mujer.
—No lo deseamos, pero la clase de personas
con las que hay que relacionarse para conseguir el coltan proveniente del Congo
si que suponen un riesgo evidente para la Hermandad, son delincuentes y su
comportamiento es imprevisible, la prueba evidente es Bermúdez, la otra cara de
la crisis. Así que está totalmente justificado el que tratemos de influir para
que la sede se lleve a los Cárpatos. O al desierto australiano si fuera
preciso, el caso es alejarse del riesgo que supone el Congo.
— ¿Qué pasa con Bermúdez? —espetó
Aicha—para ella también suponía un quebradero de cabeza el español.
—Una elección totalmente desafortunada por
parte de Roth. Solucionó el problema de Schuman eliminándolo cuando no era
imprescindible, después descuartizó en Buenos Aires al periodista que lo
entrevistó. Estamos convencidos de que fue él quien atropello a Carbonell, y
por si eso fuera poco acaba de matar a dos empleados de una agencia de
mensajería, una acción totalmente gratuita que ni siquiera consiguió el fin que
perseguía, un detective estuvo preguntando en el despacho de abogados que
representan los intereses de Horacio Almendros en España.
Aicha sintió crecer su furia conforme
digería las revelaciones de Neville.
— ¿Y por qué no he sido informada? Se
supone que soy la Mayor —aunque podía adivinar la respuesta.
—Roth —contestó Neville—. Lo de Schuman ya
lo conocías, fuiste tú la que le enviaste confiando en los consejos de Roth, de
lo del periodista no podíamos informarte sin descubrirnos y aun no estaba
decidida tu inclusión en el Cónclave. Respecto a Carbonell no hay prueba
alguna, aunque ya lo sospechabas. Las noticias sobre la muerte de los dos empleados
llegaron esta mañana, si Roth no te ha
hecho participe de ellas será porque trata de resolver a su manera el
desaguisado. Siempre fue un elemento valioso, un tanto manipulador pero
eficiente en el desempleo de sus funciones, pero el actual problema se le está
yendo de las manos, ni controla a Bermúdez ni es capaz de borrar el rastro de
Aguirreche.
Aicha estuvo a punto de soltar un exabrupto
pero se contuvo, se sentía traicionada, manipulada también. Se levantó y paseó
de un lado a otro de la estancia, como una fiera enjaulada, estaba deseando
poner en su sitio al Director de Seguridad. Neville dejó que el paseo
aplacase su ira.
— ¿Me hubieseis elegido de no ser la Mayor?
—Aicha casi mordía.
—Roth lo fue durante mucho tiempo y jamás
pensamos en él como miembro del Cónclave. Pero te mentiría si no dijera que tu
cargo es un valor añadido a tus cualidades. Digamos que otras personas reunían
también las condiciones, pocas, si eso lo que deseas saber. Hubiera sido
estúpido no aprovechar todas las ventajas. Ahora mismo tú eres la única que
puede solventar la crisis.
¿Que tenía en mente el viejo zorro? Una
parte de ella se sentía utilizada y otra agasajada.
— ¿Cómo? ¿Habéis trazado un plan?
—Tan solo una idea, que tú tendrías que
desarrollar, evidentemente. Nuestro brazo armado, por llamarlo de alguna
manera, siempre fueron los Assassins. Sin ellos estamos en desventaja, pero
desde los de las Torres Gemelas era un peligro hacerlos cruzar la aduana con
documentación falsa. Afortunadamente es un inconveniente a punto de
solucionarse. Pero no disponemos de tiempo, lo de España es urgente. Pensamos
que podríais desplazaros Houari y tú como pareja y solucionarlo sobre la
marcha. Con tu ropa occidental serías el cebo perfecto para que Houari pase
desapercibido, añadiendo que los pasaportes incluyen parte de las mejoras y es
casi imposible detectarlos. Como Mayor tomarás las decisiones y Houari asumirá
las funciones propias de un Assassin, será tu brazo armado. También aportará su
experiencia en lo que necesites. A grandes males, grandes remedios.
Ella no lo hubiera planeado mejor, tenía
que reconocer su idoneidad, por no hablar de lo atractivo que le resultaba un
viaje en compañía de Houari, pero esa era otra historia.
—Antes de marchar tendré que ponerle los
puntos sobre las íes al Director de Seguridad —concluyó
—Forma parte de tus obligaciones como
Mayor. Va siendo hora de que alguien haga aterrizar a ese hombre.
Había más preguntas, por supuesto, pero ya
tendría tiempo de formularlas a la vuelta del viaje. La Hermandad era lo
primero y la presunción de Roth la estaba exponiendo. Se despidió de Neville y
caminó decidida hacia el despacho del Director de Seguridad.
Peña
Daniela tenía un sexto sentido para
adivinar las jornadas que me traían desasosiego y una forma deliciosa de
eliminarlo. La contemplé, desnuda y hermosa al amanecer, el pelo trigueño
revuelto y la sonrisa lasciva, el caramelo de sus ojos incendiado en vetas
verdes que refulgían con el placer. Arqueaba el torso al ritmo de sus caderas y
sus pechos iban y venían en un vaivén goloso. Me arrastró a su danza
cadenciosa...
Mientras le preparaba unas tostadas le
conté las vicisitudes del día anterior, me previno contra el asesino, no le
gustaba el caso. A mí tampoco, pero eran gajes del oficio. Admirando sus curvas
mórbidas asomando bajo la bata transparente tuve deseos de tomarla allí mismo,
sobre la mesa de la cocina, pero era tarde y Muñoz-Seca impaciente, mejor no
hacerle esperar. Me despedí con un beso y salí camino de la UDEF.
No sabía cuanto habría dormido Muñoz-Seca,
evidentemente menos que yo, pero allí estaba, al pie del cañón, exhibiendo su
pose de artista de cine. El asesino se había escapado del asedio policial, pero
teníamos el lugar donde habían ido a parar los documentos de Aguirreche, una
villa a las afueras de Buenos Aires propiedad de Horacio Almendros. Así pues el
arqueólogo solo había desparecido en parte, de cara al público, quizás a Aguirreche
le hubiera pasado lo mismo.
Aparentemente eran buenas noticias para mi
cliente, siempre que fuese lo que parecía. Lo malo es que el único hilo que teníamos
del que tirar era un despacho de abogados, mal asunto.
—Este es el mismo despacho de abogados que
paga los recibos de la comunidad de Aguirreche —le hice saber a Muñoz-Seca—.
Los pensaba visitar esta mañana.
—Hazlo después de ayudar con el retrato
robot del sospechoso. Ya sabemos el coche en el que huyó de la escena, un Opel
Kadett más viejo que Matusalén pero en buen estado, denunciaron su robo a
primera hora. Nosotros de momento poco podemos hacer excepto buscarlo, no hay
pruebas que lo relacionen con el despacho de abogados, solo suposiciones. Pero
si después de visitarlos crees que merece la pena presionar me avisas.
Una desagradable sensación me recorrió la
espina dorsal. ¿No había visto de refilón la imagen de un Kadett en un giro de
la noche anterior? ¿Me habría seguido hasta el domicilio de Daniela? Me
entraron las prisas, le dije a Muñoz-Seca que estaríamos en contacto y me fui
con el dibujante para ayudarle con el retrato. Después llamé a Melani y le dije
que iba por la oficina, que necesitaba a Paco. La posibilidad de que el asesino
tuviese algún plan para hacer daño a Daniela
era remota, así como el riesgo que correría Paco al vigilarla, pero en ese
momento era la solución inmediata, ya se me ocurriría algo a lo largo de la
mañana. Seguramente no existiera tal plan, pero la forma de ejecutar a los dos
empleados de la mensajería daba que pensar, mejor no correr riesgos.
Zaza
La llevo a caminar por la playa, estaba
recién estrenada la primavera y aunque el ambiente era frio el sol lo mitigaba
con su calidez. La resaca remitía y apenas si quedaban restos, tendría
que pedirle más pastillas de esas.
— ¿Me vas a ofrecer un empleo? —le preguntó
clavándole sus ojos verdes, para ella era importante.
—Con algunas condiciones, pero sí. Piensa
en los trabajos que puedes conseguir, se me ocurre que de camarera, de
dependienta o de cajera en un supermercado. En la limpieza también podrías. ¿A
eso es a lo que aspiras?
—Si gano un sueldo podré independizarme,
qué más da el trabajo.
—Te propongo algo mejor. Yo necesito una
asistente personal.
—¿De qué me estas hablando, de una
secretaria o de una chacha?
—Un poco de todo. Tendrás que llamar a la
lavandería para que recojan la ropa sucia y hacerme algunos recados, buscarme
información en internet cuando te la pida. Puedes mantener limpia y ordenada la
casa o llamar a una señora de la limpieza para que lo haga, eso me da lo mismo
mientras siga las indicaciones que te daré. Mientras esté yo en casa me haré
cargo de la cocina, soy un poco cocinillas, pero a menudo me ausento por
negocios y entonces tendrás que apañártelas sola. Dispondrás de mucho tiempo
muerto y quiero que lo emplees en estudiar, primero en terminar la ESO y luego
aprendiendo idiomas. Tendrías que vivir en mi casa, pero salvo imprevistos los
fines de semana serían tuyos para hacer lo que quisieras. Para empezar mil
euros limpios de polvo y paja. ¿Qué me dices?
—¿Dónde estaba la trampa? se preguntó Zaza.
Dicho de aquella manera parecía canela en rama.
—¿El trato incluye sexo? –una cosa es que
le apeteciera tirárselo y otra que se convirtiera en obligación.
—Para nada, el sexo te lo buscas por tu
cuenta –le había contestado Elio, dando a entender que no sentía ningún interés
hacia ella. Eso la hirió el orgullo.
—Pensé que te gustaba, eso me pareció en el
pub. ¿O es que no se te pone tiesa?
—Solo es sentido común. Ya conoces el
refrán, donde ganas la olla nunca metas la polla. Ni el coño tampoco. Pero si
prefieres un polvo al trabajo que te estoy ofreciendo podemos ir al hotel.
—Comprendió que su comentario había sido
estúpido pero siguió recelando, sino era sexo qué pretendía, en alguna parte
tenía que haber gato encerrado, la oferta era demasiado tentadora para ser
real. A ver si era uno de esos que violan y matan a las mujeres y se la quería
llevar a otra parte para no tener testigos.
—¿Dónde vives? –le preguntó.
—Ese será uno de los inconvenientes
–contestó Elio-. En el valle del Tiétar, al sur de Gredos, tengo un chalet a
las afueras de Santa Cruz del Valle. Tendrás que alejarte de tus amigos, aunque
puedes juntar días libres y venir de vez en cuando, eso ya lo organizas como
quieras.
—Echaría de menos a Carlas, sí, pero no
tanto como él se pensaba. Una cosa era estar borracha y otra contemplar los
problemas en frio. Carlas no iba a cambiar, estar a su lado era como estar en
punto muerto. Pero había dicho “uno” de los inconvenientes, o sea que había
más.
—Enumérame los inconvenientes, así
terminamos antes.
—Tampoco muchos, aparte del cambio de
aires. Pero si quieres prosperar en mi empresa tendrás que dejar la bebida, si
quieres ascender nada de alcohol. Y tendrás que ser discreta respecto a lo que
hago, para la gente de allí soy un gestor de redes que realiza gran parte de su
trabajo desde casa.
De nuevo volvió el recelo. ¿Un traficante
de drogas?
—¿Y a qué te dedicas?
Elio se detuvo y contempló el horizonte
marino antes de contestar.
—A nada de lo que estás pensando. Soluciono
conflictos, soy freelancer y las empresas para las empresas para las que
trabajo requieren absoluta discreción. Cuando piensan que eres un gestor de redes
solo te preguntan por las redes, así no tengo que contestar con evasivas.
—Pero te pueden pillar la mentira.
—No creas, gran parte de mi trabajo se
desarrolla en el extranjero, viajo a menudo, y las supuestas redes que gestiono
están en el extranjero, tanto no indagan. Y si lo hiciesen tengo creado un
falso perfil en Suiza.
—Pensó que acaso blanquease dinero cuando
mencionó Suiza, estaba convencida de que le mentía. A su modo había sido
sincero, si se aplicaba una traducción literal al término freelancer, aunque
eso solo lo sabría al cabo del tiempo. Con todo desechó sus temores más
drásticos, encontraba en Elio un equilibrio y una seguridad en si mismo ajena a
cualquier tipo de depravado sanguinario. Aceptó la oferta de empleo.
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