lunes, 1 de abril de 2013

Primavera TRES




—Eso es un problema de incomunicación, debe aclararlo con él. Y en caso de no llegar a un entendimiento tampoco sería la primera pareja que se separa, ocurre más a menudo de lo que pueda creer —intentaba poner los pies en polvorosa sin perder la operación, bastante sustanciosa por otra parte.
    —Dice eso porque no lo conoce, Enrique puede llegar a ser terrible —su otra mano aferrándome el brazo.
    —Pues no sé qué decirle, solo soy un vendedor de seguros y no estoy preparado para analizar este tipo de situaciones, mejor que recurra a un psicólogo, o a un abogado si ya no tiene remedio.
    No podía evitar el ramalazo de deseo, ganas me daban de arrojarme sobre ella y comerla a besos, pero la teatralidad de la escena me alertaba del peligro. Me puse en pie desprendiéndome de sus manos.
     — ¿Ya se marcha? —no fue desencanto lo que atisbé en su mirada, acaso la decepción de la araña.
    —Tengo una cita importante y no puedo faltar a ella —me excusé y le tendí mi tarjeta—. Llámeme si le surge alguna duda sobre las pólizas —pero que tentación al alcance de mis manos.
    En el quicio de la puerta sus labios rozaron los míos.
    —Es usted encantador —. Una promesa, sin disimulos ya.
    Me recibió la cálida luz del sol con su caricia primaveral. Caminé sin destino, etéreo, el monto de las comisiones era importante y la cuenta del banco para cobrar el importe de las pólizas figuraba en el impreso. Me detuve en un banco y pasé los datos a la oficina para que pasaran los recibos y dieran curso a las solicitudes. Luego decidí tomarme el resto del día libre, había cumplido con creces las expectativas. Nunca fui avaricioso, no era mucho de medrar y me bastaba con un mínimo de desahogo para los imprevistos. Tiré de lista y quedé con Sara, que había caído en la última razia de su empresa y estaba en paro. Vivía con una compañera pero no llegaba hasta las ocho del trabajo. La invité a comer unas tapas por los aledaños de Sol y luego un arroz con cigalas, dejé seca la cartera, la crisis también hurgaba en mis cuentas. Rematamos con dos vasitos de bourbon y paseamos hacia su casa, allá por Lavapiés, un crisol de culturas y miserias; iba ya calentito y aproveché el entrante de algún escaparate, hasta las cinco no abrían las tiendas, para morrearnos y meterla mano.
    Sara era de carnes suculentas, nada de flaquezas o restricciones, y con esto no quiero decir que le sobrara chicha, al menos a mí no me lo parecía. El pelo lucía ondulado, a veces moreno y a veces cobrizo, la nariz ligeramente respingona y los labios sensuales, me encantaban sus grandes ojos por su capacidad para fascinarse, aunque cuando hablaba de su pasado asomaban relumbres duros en su esencia azabache. Su madre tenía bar y amante, el padre falleció de un infarto cuando ella contaba con diez y desde entonces las relaciones familiares no habían sido precisamente boyantes, se independizó en cuanto encontró trabajo. No terminaban de cuajarle los romances, yo decía que por el pronto agresivo que en ocasiones le asomaba pero ella insistía en que en el paquete entraba todo y que sino ajo y agua. Nos contábamos nuestras cosas pero quedábamos para follar, sin más historias. Desnudos o semidesnudos se nos olvidaba el mundo de fuera, en eso coincidíamos, nos hacíamos trajes de saliva que se mezclaba con el sudor de nuestros cuerpos y nos fundíamos  los minutos. A ella le encantaba que le comieran el coño y comer pollas, yo era más de follar pero cada uno se ganaba su delirio, tomaba anticonceptivos y no usábamos preservativos. Decía que yo en eso era una excepción, pero a saber. Nos compenetrábamos bien y seguíamos una especie de rito, cuando aparecía el cansancio era nuestro momento de experimentar, éramos imaginativos.
    Fumando un cigarrillo le referí lo de la diosa Afrodita y me dijo que me estaba haciendo viejo, que esa aprensión eran imaginaciones mías y que desaproveché la oportunidad, y que si ella había sido una especie de sustitutivo, empezó a cabrearse. Apagué el cigarrillo y sumergí mi cabeza entre sus piernas para que no le diera vueltas al tema, alguna vez me había tirado la lámpara de la mesita  y no me apetecía uno de sus prontos. Después de correrse me hizo la danza del vientre con mi polla dentro. No habíamos tomado postre, así que terminamos envueltos en nata. Faltaban quince minutos para las ocho cuando salí de su casa, a última hora siempre se ponía tierna y prometí llamarla lo antes posible.
    Cuando conecté de nuevo el teléfono encontré varias llamadas perdidas de la diosa Afrodita. Temí que se hubiera echado atrás respecto a las pólizas y la llamé. Que no, que para nada, pero que necesitaba comentarme sobre otra póliza, que a la mañana siguiente me esperaba en su casa.


1 comentario:

  1. Buen inicio en la primera parte, te sumerge en la atmósfera. detalles extensos,se sienten,tanto el lado interior como el exterior del protagonista.En la segunda parte encontramos una mujer Afrodita, que ademas de tener imagen de diosa ademas tiene ese aire divino,seguro y sensual. toda una delicia, a la que parece, que el protagonista, que ha aprendido a tener reparos a base de pecar, no se va a poder escapar,aunque pone su buena fe y la distancia en ello. Y nos encontramos con que demuestra ser un buen tipo y telefonea a Sara. Podríamos quizá inquietarnos por el giro y por el abandono de Afrodita, enfadarnos con el protagonista y llamarle idiota por haberlo echo. Pero Sara despierta mi cariño, como todos los pasados crudos, y todas las mujeres que no tienen la suerte de disfrutar del amor real y acepta el sexo, sin mas. Como abandonar para terminar con todo ya. Aún así entiendo que si el cabrón del protagonista le habla de otra,ella reaccione saltándole al cuello. Sara no eligió la frivolidad, era la única opción y tubo que adaptarse, y merece que alguien le de el cariño que ella pide a la despedida. Ningún hombre debería hablar bien de otra mujer en presencia de su amante, algo que os cuesta entender y tendríais que empezar a ponerlo en practica,por cierto. La trama se complica para la siguiente entrega, Afrodita se quedó con ganas de tirárselo. Un marido no es suficiente si te ignora. O no.
    Me resulta atractivo el estilo con que lo narras, podemos encontrarnos con algo elegante donde no chirrían las palabras como "coño" o "mamada" dentro de ello. Lo que le otorga un toque fresco y fácil de digerir.
    Espero el siguiente capitulo con ganas de ver lo que hace ese capullo.

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