domingo, 7 de abril de 2013

Primavera CUATRO



  


 Aunque lucía el sol la mañana era fría y un atisbo de viento desangelaba la primavera que ajena a él seguía brotando y manifestándose en una melodía que prometía engullir al lluvioso invierno, caminaba intranquilo hacia el domicilio de la diosa Afrodita sin  muchas ganas porque tenía claro que no era de las que se conformaban con un polvo. Además su mundo era ajeno al mío y no me apetecía penetrarlo, consciente de su naturaleza depredadora y sin putas ganas de llevarme en el lance una dentellada. Pensareis que soy demasiado aprensivo pero solo es supervivencia, más allá de los buenos modales las diferencias de clases persisten y nunca sabe uno que va a encontrarse cuando cruza la línea. Pero clienta era y no podía ignorarla, tan solo tratar de no caer en alguna trampa.
    No andaba descaminado en mis sospechas, me recibió ataviada con un picardías negro y diciendo que acababa de levantarse, mentira porque tenía arreglado el pelo y el maquillaje estaba perfecta, la araña tejiendo su tela. Nos sentamos en el maldito sofá y se me iban los ojos porque no tenía desperdicio, aunque el camisoncito no se transparentaba enseñaba más que ocultaba y no podía ignorar el despunte de los pezones marcando la seda. Intenté entablar conversación pero no me lo permitió, se me echó encima y se puso a besarme mientras me metía mano. Reconozco que me falta entereza para afrontar esas situaciones, se me nubla la mente en un concierto de besos y carnes lujuriosas y me olvido de cualquier otra cosa, aquella vez no fue distinto. Debía ser cierto lo del marido porque tenía hambre de sexo, gemía con gritos entrecortados que solo interrumpía para decir “dame, dame”, y vaya si la di, el mote de Afrodita no era en vano y era una delicia disfrutar su piel y saborearla, tenía el aliciente de una vagina que le venía como un guante a mi pene. Normalmente no tardo mucho en reponerme después de correrme, pero ella puso empeño en acortar los tiempos, daba gusto contemplar el gesto de placer de su rostro cuando la embestía. Cierto que me hubiese gustado ver la expresión cuando mi cabeza se sumergía entre sus piernas para lamerla el coño, por ver que había de cierto y que de mentira en sus espasmos, pero prefiero creer que al menos en eso fue sincera y que sus orgasmos fueron reales y no formaron parte de su maquiavélico plan sino como cebo.
    Tres horas embriagadoras hasta que se empezó a interesar por mi economía. Que cuanto ganaba, que si no me gustaría un poco de desahogo económico y que estaba en su mano ayudarme. Se dispararon mis alarmas.
    — ¿A qué te refieres? ¿Predicarás entre tus amistades la bonanza de mis seguros?
    —No hablo de comisiones, sino de dinero de verdad por un pequeño servicio. Digamos que treinta mil euros.
    A pesar de todas mis reticencias, y mira que tuve que haber salido corriendo en ese momento, la cantidad era considerable y me dije que no perdía nada por escucharla.
    — ¿De qué se trata? —mi mano detuvo su caricia.
    —No poseo nada, todo es de mi marido, ni siquiera las joyas son mías —condujo de nuevo mi mano hacia sus pechos mandarinos—. El muy cabrón lo único que ha puesto a mi nombre ha sido un cuadro que es falso, aunque lo adquirimos con certificado de autenticidad. Una burla de mi marido. Todo es legal hasta el momento pero en el momento en que le hagan un test descubrirán la impostura. Quiero asegurarlo, destruirlo y denunciar su robo, así no tendrán oportunidad de comprobar su falsedad. Tengo entendido que la compañía se conforma con el certificado de autenticidad y un vistazo a la obra. Es un Picasso valorado en seiscientos mil euros.
    Obviamente me quedé de piedra y sin saber que decir. Aparentemente era un buen plan, que podía haber llevado a cabo sin mi colaboración.
    — ¿Y por qué me lo cuentas? Puedes asegurarlo sin mi intervención.
    — ¿Tú qué crees? —y poniéndome de espaldas sobre el sofá bajo hasta mi entrepierna y comenzó a chupármela.
    El argumento era contundente, pero no terminaba de convencerme.
    —No me digas que por mi polla —le dije.
    Se rio y me miró, maliciosa.
    —Dejemos los negocios para luego.





1 comentario:

  1. Interesante el giro que ha dado el relato con la trama de Afrodita hacia la novela negra. Torna cierta acción que va a traernos juego. La escena del sexo me chirria, he tenido que volver a leer la frase para entender que estaba pasando, supongo que es la forma abrupta de hacerla venir. Pero el capitulo sigue el ritmo y saca jugo. Espero al siguiente para ver que se te ocurre ahora.

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