La noche y solo la noche,
poblándose de deseos, de filigranas en la piel y de miradas que arden. Un
murmullo de notas volando cadenciosas y bailando la danza del vientre. Y yo asomándome a tus ojos para atraparte el
alma, tú dejándome el cuerpo, de todas las formas posibles, pero
escabulléndote, como si fuera a pedirte promesas vanas, como si fuera un ladrón
y quisiera robarte para llevarte a la nada. Disimulas y me ofreces alcohol,
cigarrillos, no quiero nada de eso, solo sexo y en el fondo de tus ojos, en la
mirada de los espejos y también en la que se escapa con un gemido de tus
labios. Un interludio para asomarte a la ventana buscando que decir sin que
quieras decir nada, atisbando un sueño de romanticismo que te enseñaron a soñar
y que sabes que tan solo es un espejismo. Lo sabes pero mantienes la
esperanza. Nada de eso tengo para darte, solo piel estremecida y sonrisas que
desparecerán con el alba, y si quieres repetir tendrás que volvértelo a ganar,
como yo, nada de supuestos que me cansa la monotonía, me envuelve para
convertirse en tedio.
No te pienses tampoco que me gusta caminar
al filo del acantilado, para nada, me gusta pisar suelo firme. Ven, vuelve a la
cama y deja de rehuirme los ojos, que no te quiero rendida sino de igual a
igual, entrégame tu mirada mientras nos fundimos y yo te entregaré la mía, sin
condiciones y solo en estos momentos. Mañana te quiero desconocida, por
completo, sin terrenos ganados para comenzar de nuevo el asedio de la fortaleza
de tu piel, quiero de nuevo una cima pedregosa para dejarme en el camino la
sangre y volver a alcanzar el cenit de tus ojos para inundarlos con mi mirada,
y que tu hayas ascendido un camino idéntico para alcanzar los míos.
Y cuando alguno no sepa alcanzarlo todo se
habrá acabado y el otro desaparecerá en la bruma del pasado, sin concesiones.
Móntame y deja que acaricie tus pechos y que mi boca juegue con tus pezones,
hunde tu mirada en la mía. Así, muévete y dejémonos llevar por la danza de
la carne y abre para mi no solo tus
piernas, desgárrate la coraza y déjame penetrarte el alma, yo también sé
llorar...
No necesito apariencias, pero quiero ver tu
piel desnuda mientras la baña la luz, la quiero libre para expresarse,
reclamando su espacio, reivindicándose, sin miedos fatuos. Quiero aprender de
tu dicha. Agua, con eso me basta, el agua de tu vida empapando mi piel y
mezclándose con la mía. Posiblemente pida mucho, lo sé, en este preciso momento
y sin promesas de mañana, pero aborrezco los ensayos. Y ya hablé demasiado. Si
quieres, si estás dispuesta a arriesgarte es el momento justo para que las
palabras se retiren y dejen paso al idioma del alma en el discurso del sexo. Si
te atreves, mírame.
Bien escrito, amigo
ResponderEliminarTotalmente un manifiesto lo que nos trae el narrador. Alguien que no esta dispuesto a aceptar ninguna rutina. Este texto cobra otro tono,mas cercano y profundo,como bien dice, hablando de alma a alma, reconociendo que los hombres lloran y son frágiles. El idioma del alma en el discurso del sexo, el cuerpo, el puente de conexión entre dos mundos. Merece la pena atreverse a mirarlo.
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