Prologo
Bueno, parece que Septiembre vino un poco perezoso, acaso como resaca del verano. Con el otoño entrando la actividad se despierta, nuevos bríos y ganas de darle a la pluma. De terminar la novela también que va por el capítulo 34. Lo que va saliendo aquí proviene de una primera corrección e incluye las entradas de Zaza, que volverá a salir en el próximo. El título sigue siendo una duda, puede que termine tomando el original, el de la Hermandad, pero eso ahora no es importante.
Antecedentes
Houari
Rumbo a la tierra de sus
antepasados, el Califato de Córdoba. La historia había pasado de generación en
generación. Su antepasado, Muhammad Ibn Malik, sobrino del sabio Muhammad Ibn
Massarra y lugarteniente de Almanzor, tuvo el privilegio de pasear por las
calles de Medina Azahara, la de la flor del azahar, la resplandeciente, la
ciudad más bella de Occidente, ubicada en las faldas de Sierra Morena y
destruida años más tarde por el islamismo ultraortodoxo de los almohades. La
muerte de Almanzor ocasionó una guerra que enfrentó a sus partidarios y a los
del califa, un conflicto que terminaría con el esplendor del Califato de
Córdoba y su conversión en los reinos de taifas que formaron Al-Ándalus.
Muhammad Ibn Massarra compartió sus últimos años con los sabios de la Hermandad
en la Sierra de Cazorla y arrastró consigo a su sobrino para alejarlo de la
fratricida “fitna”, la guerra civil. Allí pasó a engrosar las selectas filas de
los Assassins, misión continuada por su primogénito y por cada uno de los
primogénitos de sus descendientes.
Obligado por su obediencia a la Hermandad,
su antepasado se vio obligado a contemplar desde la lejanía la destrucción de
Medina Azahara sin poder mover un músculo para impedirlo. Esta aberración ultra
ortodoxa de los almohades despertaría en él un odio pertinaz hacia cualquier
forma de fundamentalismo que inculcaría a sus descendientes. Hasta Houari había
llegado en forma de escepticismo, no tenía fe y renegaba de la religión, no
solo del islam sino de cualquier otra. Aunque se abstenía de manifestarlo para
evitar fisuras en la estructura de los Assassins.
Ahora volaba junto a la bella Aicha hacia
Madrid para neutralizar los desmanes de Bermúdez, un individuo sin duda
peligroso. La relación que había comenzado con Aicha le preocupaba. Al
principio solo había sido sexo, pero con cada encuentro se fortalecía el
vínculo entre ambos y su corazón empezaba a vibrar cada vez que la
contemplaba. ¿Se estaría enamorando? Tendría gracia, ahora que ella había sido
elegida para formar parte del Cónclave. Sintió como ella apretaba su mano en
mitad de su sueño, también ella sentía algo. Por momentos soñó que huían hacia
algún lugar lejano, lejos de la influencia de la Hermandad, que comenzaban una
vida nueva lejos de Roth y de los miembros del Cónclave, lejos del Consejo, una
vida como el común de los mortales. Pero a que engañarse, era una anhelo que no
podrían cumplir, ni su responsabilidad ni la de ella lo permitiría, estaban
abocados a su destino. Su relación, si prosperaba, no necesitaba de la
clandestinidad, pero estaría supeditada a las obligaciones marcadas por sus
respectivos puestos dentro de la Hermandad.
Afortunadamente en esta ocasión era un
destino compartido, la noche anterior estuvieron hablando tras hacer el amor y
le sacó la promesa de pasar unos días juntos al término de la misión, para
conocer el antiguo enclave de la Hermandad en la Sierra de Cazorla y visitar
Córdoba y los restos de Medina Azahara, la tierra de sus antepasados. Como si
la misión fuera tibia y no fuesen a arriesgar sus vidas. Al menos él, que
tendría que enfrentarse a Bermúdez. No podían dejar que cayera en manos de la
policía española y que relevase lo que sabía de la Hermandad, aunque fuera poco
según Roth. ¿Y cómo fiarse del Director de Seguridad? Era su jefe y le conocía
bien, había contratado al sicario al margen de los Assassins y sin
consultárselo, era ladino y no podían estar seguros de que dijera la verdad.
La inminencia de la batalla caldeó su
sangre y despertó sus instintos. Se encendió al sentirla tan cerca. Ocupaban
dos asientos en primera clase, el único pasajero que podía verlos dormitaba
plácidamente. Deslizó su mano bajo la falda de Aicha y acarició su pierna, ella
espabiló de su duermevela y lo atrajo con su mano derecha a un beso. No se
sentía cómoda ante la probabilidad de que despertara el pasajero que se hallaba
en su visual y retiró la mano que avanzaba por su pierna. La fantasía de los
lavabos no era posible porque había estado en ellos y el olor era desagradable,
tendrían que esperar al hotel.
Bermúdez
Se despertó a las cinco de la tarde, se
duchó y luego preparó un par de huevos fritos con beicon para matar el apetito.
Roth le había llamado, el envío no llegaría hasta el día siguiente. Seguramente
que en el mismo avión que viajaban Aicha y Houari, el jefe de los Assassins.
Roth quería que lo matara. Protestó, ese no era el trato, pero subió la oferta
económica y le explicó que la misión de Houari era eliminarlo a él, así que se
tendría que defender. Bueno, también podía mandarlos a todos a freír monas y
desaparecer de la escena. Y posiblemente eso es lo que habría hecho de no ser
por Daniela, no pensaba renunciar a ella ahora que la había descubierto.
Roth le había facilitado la dirección del
hotel donde se iba a albergar la pareja, por esa parte nada que hacer hasta el
día siguiente cuando llegaran. Junto a la documentación y el dinero le enviaba
fotografías para que pudiera reconocerlo, aunque si venía acompañado de Aicha
no tendría mayor problema, a ella la conocía. Sin nada específico que hacer
decidió continuar la vigilancia, no faltaba mucho para la hora del cierre
cuando llegó a las proximidades de la pastelería. Tomó precauciones, por
supuesto, no se fiaba un pelo del detective y para nada le apetecía ser el
cazador cazado. A la salida la siguió muy de lejos, así fue como descubrió que la habían puesto
protección. Un tipo enjuto y menudo seguía sus pasos y miraba de un lado para
otro como si buscara a alguien, supuso que a él. Bueno, sabía dónde vivía ella,
no necesitaba apresurarse. El plan se le ocurrió sobre la marcha, como un
fogonazo en su mente, pararía el vehículo en plena calle y la arrastraría al
interior, el sabueso que el detective había colocado tras ella quedaría lejos
para poder hacer nada, solo necesitaba un par de matrículas de repuesto. Pero
le faltaba un conductor. No le vendría mal un poco de ayuda para secuestrar a
Daniela y terminar con el Assassin, según Roth el tal Houari era de cuidado.
Necesitaba a alguien con experiencia y sabía dónde encontrarlo.
Seguramente no se alegraría de verle, ni
siquiera de oír su voz, ahora era un individuo respetable, un miembro apreciado
entre su comunidad. Pero colaboraría para mantener en secreto su verdadera
identidad, estaba buscado por crímenes de guerra. Tendría que pedirle más
dinero a Roth, si tan solo le ofrecía el silencio podría salir mal parado, ni
siquiera sabía si alguno de sus antiguos compinches le acompañaba. Tenía a su
favor que le había ayudado a construir su nueva identidad. Marcó el número de
teléfono.
Originario de las Antillas Neerlandesas
había nacido en la isla de Curazao, en la ciudad de Willemstad. Se trasladó a
Holanda en la adolescencia y desempeñó varios oficios hasta que contratado por
una sociedad belga se trasladó como capataz a las minas de coltan en el Congo.
Era negro, lo que le permitió escalar puestos en la guerrilla cuando ambos se
apuntaron a ella. No tenía un monstruo que alimentar, su afán era solo de
riqueza. Y no dudó en emplear la violencia para obtenerla, el grupo que
comandaba se desentendió de la guerra y se dedicó a recaudar fondos sin
importarle los métodos empleados, un rastro de sangre y muerte quedaba tras sus
pasos. Posiblemente sus víctimas no fueran mayores en número que las de otros
grupos guerrilleros, incluso es posible que menos, pero tocaron intereses de
compañías occidentales y se convirtieron en chivos expiatorios. Le concedieron
el estatus de criminal de guerra y tuvo que huir de la zona porque no contaba
con el apoyo de los naturales. Con dinero en el bolsillo se consiguen muchas
cosas y recurrió a Bermúdez que le introdujo en la comunidad holandesa a través
de un negocio de hostelería en el que figuraba un testaferro. Y le había ido
bastante bien, el negocio justificaba su alto nivel de vida.
— ¿Vladimir? —por
su nombre cualquiera hubiera jurado que era ruso.
— ¿Bermúdez? —le
había reconocido.
—Sí.
— ¿Qué quieres?
—Necesito hablar
contigo.
—Pásate por el local,
en una hora o así estaré por allí.
Se comió unas croquetas de carne y unas
bolitas rellenas mientras esperaba. Una mano grande y negra se posó sobre su
hombro a modo de saludo. Venía acompañado de una morena despampanante de rasgos
latinos a la que mandó hacia la barra.
—Ni la mires —fue el saludo de Vladimir,
que conocía las aficiones del monstruo, antes de sentarse.
— ¿Brasileña?
—inquirió Bermúdez.
—De padres
colombianos, pero nacida en mi isla. Nos casamos el año pasado.
—No sé yo si está
hecha la miel para el burro.
—No me jodas,
Bermúdez, que perdí en el casino y no estoy de humor.
— ¿El casino? ¿Te gusta dilapidar el dinero?
Es una pena, costó muchas vidas.
Los oscuros ojos
de Vladimir se encogieron.
— ¿Qué es lo que
quieres? —más que una pregunta pareció una amenaza.
—Solo un poco de diversión, como en los
viejos tiempos. Necesito tu ayuda. Buena paga.
Vladimir se removió en el asiento,
incómodo. No eran buenos tiempos para los negocios y los fondos traídos del
Congo iban mermando.
— ¿En dónde?
—cruzar cualquier aduana le suponía un peligro.
—Aquí, en Madrid,
cargarse un árabe y ayudarme a capturar a una nena.
— ¿Una nena para
ti? ¿Estás loco? Esto no es la selva.
Vladimir llevaba
razón, pero el monstruo no iba a conformarse. Decidió mentirle.
—No es lo que piensas, el secuestro es para
presionar y solo me ayudarás a capturarla, del resto me encargó yo.
—Y te llevas la
parte del león —seguía gobernado por la avaricia.
—Dije que
necesitaba ayuda, no un socio. Te aseguro que merece la pena.
— ¿De qué cantidad estamos hablando?